Tanto en el ámbito familiar como escolar es frecuente la confusión entre miedos y fobias, la distinción entre uno y otro será clave para una intervención eficaz. La evaluación tanto en uno como en otro caso se centrará en valorar las situaciones estresantes, los miedos, las fobias; en identificar el estilo educativo de los padres, valores, expectativas y estado emocional del sujeto; los hechos desencadenantes, y la conducta que mantienen los miedos. La intervención se basará en romper las asociaciones aversivas, impedir conductas de evitación, intentar establecer asociaciones agradables, entrenamiento en relajación, obtener la cooperación de los padres y educadores y proponer asistencia especializada de médicos o psicólogos clínicos si fuera necesario.